Marzo 14, Lectura:
Romanos 1:16, 17
El poder de Dios
En el contexto de lo que meditamos el día de ayer, es explicable el
“porque no me avergüenzo del evangelio”, sin embargo, es indudable que el
énfasis del apóstol está en “porque es poder de Dios”, y más aún, un segundo
énfasis lo da su propósito: “para salvación a todo aquel que cree”.
Que el no avergonzarnos, la acción de un corazón agradecido; el poder de Dios que transforma la vida
entera; y la salvación por haber creído,
el resultado que ese poder produce para ya no ser lo que éramos antes, sean una
realidad en la vida de cada uno.
El evangelio es depositario de la justicia de Dios, y esta se revela desde allí, “por fe y para
fe”, lo cual indica que la fe es el
punto de partida y asimismo la meta de
la nueva vida que se comienza a tener en Cristo. Sobre la base de dos acciones
de Dios, la justificación y la santificación, está esta verdad: “el justo por
la fe vivirá”.
Sana doctrina: (a) “El evangelio es poder de Dios para salvación a
todo aquel que cree”: Crea usted en el evangelio; (b) En el evangelio se revela
justicia de Dios: Reconozca que es revelación de Dios, que es según Dios, y que
ninguno de nosotros, ni usted ni yo,
hubiéramos podido concebir ni mucho menos llegar a ella si no la revela
Dios.
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