Marzo 8, Lectura: Salmo 146:1-10
La respuesta a la justicia de nuestro Dios ha de ser la alabanza que
le podamos tributar, entre tanto tengamos vida (vs. 1, 2).
La justicia es un bien preciado que el hombre busca tener, es justo, más
no ha de ser por cohecho, creyendo que las promesas de los hombres prominentes
o de los no tan prominentes la
concederán. Una razón importante es su temporalidad, tanto en la posición que tenga como en su vida misma (vs.
3, 4).
Por todo esto, el mejor ayudador es Dios. Cuánto bien nos haría a
todos, entender que esto no es manipulación religiosa, ni fanatismo; es un
asunto de fe y de esperanza y, podríamos agregar, de sentido común. Dios es el Creador en quien hay certidumbre
(v. 6); hace suya la causa del agraviado, le da comida y liberta al cautivo (v.
7); hace ver a los ciegos, levanta al
caído y consuela con amor (v. 8); cuida al necesitado (v. 9).
No hay duda de que en Cristo todo esto lo hace Dios a los que en el
confían.
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