Marzo 27, Lectura:
Romanos 4:13-25
La promesa
Ahora Pablo toca el asunto de la promesa a Abraham, que sería heredero
del mundo, la cual promesa dice que no se le dio por la ley sino por la
justicia de la fe, ya que de haberlo hecho por aquella, la fe sería vana y la
promesa hubiera sido anulada, en cambio, por la fe, sería por gracia, y la promesa sería firme para todos. Por esta razón
Abraham es padre de todos nosotros (vs. 13-16).
Abraham creyó a Dios, haciéndolo en esperanza contra esperanza, es decir, tendré un hijo aunque soy viejo y mi
mujer estéril.
A pesar de las incapacidades físicas Abraham “no se debilitó en” su
fe, “ni dudo, por incredulidad, de la promesa de Dios”, al contrario, se
fortaleció y dio gloria a Dios, convencido de que era poderoso para que él,
viejo y estéril el vientre de Sara, funcionarán conforme a lo prometido (vs.
19-21).
Por esto también su fe le fue contada por justicia, porque creyó que,
él y Sara, estando físicamente casi muertos, Dios les daría vida (vs. 17, 22).
Esta experiencia de Abraham vale para nosotros “que creemos en el que levantó
de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras
transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (vs. 23-25).
Sana doctrina: (1) La promesa hecha a Abraham se recibe por fe; (2) La fe de aquel que cree en el que
levantó de muertos al Señor Jesucristo es contada por justicia; (3) El Señor
Jesucristo fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra
justificación.
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