Mayo 13, Lectura: Amós 3: 9-4:3
“El Señor juró por su santidad”
En esta porción encontramos el segundo mandato a oír (4:1). Sin
embargo, nuestra porción inicia con otra palabra no menos importante:
“Proclamad” (3: 9). Debe ser vergonzoso que se invite a naciones extranjeras a
presenciar el mal comportamiento de Israel. Pues Dios lo está haciendo y pide
que filisteos y egipcios se reúnan, para decirles que Israel no sabe hacer lo
recto; esto con el propósito de que testifiquen (3:9,10). ¿Vale el testimonio
de un incrédulo contra un hijo de Dios? Sea que valga o no, Dios sabe todas las
cosas, y lo mejor será que nuestro testimonio sea bueno delante de Dios y de
todos los hombres. Pero, si se diera el caso, recordemos que ni la punta de
nuestra oreja sufrirá daño (3:12).
Otro punto a considerar era la reputación de los testigos, cuya
injusticia y brutalidad eran evidentes: delante de ellos Israel era culpable
(3:14, 15; 4:1).
“Jehová el Señor juró por su
santidad” (4:2). Éste es un juramento solemne que garantizaba que el juicio
será realidad, porque el Dios Santo no miente, y su santidad no puede dejar el
pecado sin castigo. Es oportuno ahora recordar que porque Dios es Santo, sus
hijos deben ser santos (1 Pedro 1:16).
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