Diciembre 25 Lectura: Ester 3:1-15
“Ni se arrodillaba ni se humillaba”
Un peligro se cernía sobre el pueblo. Resulta que el rey engrandeció a
un hombre llamado Amán, poniéndolo sobre todos los príncipes que estaban con
él. Esto comprendía también que los siervos del rey tenían que arrodillarse
delante de Amán, pero, como dice nuestro encabezado: “Mardoqueo ni se
arrodillaba ni se humillaba”. Esto fue denunciado ante Amán, y como había
declarado que era judío, querían ver si se mantenía firme en su dicho. Y se
mantuvo, sin embargo, Amán, teniéndole en poco, no le echó mano sino que se
propuso destruir a todos los judíos. Para lograr esto se dio a la tarea de
convencer al rey para que decretara la destrucción de los judíos, porque decía,
“al rey nada le beneficia el dejarlos vivir”. Le ofreció dinero, que el rey
rechazó, pero le fue entregado el pueblo para que hiciera con él lo que le
pareciera. El decreto fue escrito en nombre del rey y sellado con su anillo.
Asimismo se enviaron cartas con la orden de exterminio a todos los judíos, sin
distinción. Esto se tendría que hacer en un mismo día: el trece del mes de Adar. La ciudad estaba
conmovida.
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