Diciembre 22 Lectura: Nehemías 13:1-31
“Acuérdate de mí…”
En el libro de Moisés se halló “que los amonitas y moabitas no debían entrar jamás en la congregación de
Dios”. Esto venía desde la peregrinación del pueblo, debido a que no salieron a
recibir al pueblo con pan y agua y, en cambio, pagaron a Balaam para que los
maldijera. Al saber esto, de inmediato separaron a todos los que se habían
mezclado con extranjeros (vs. 1-3).
Hasta el sacerdote Eliasib había cometido este mal, pues había
emparentado con Tobías, uno de los adversarios, a tal grado, que hasta le había
hecho una gran cámara en los atrios de la casa de Dios, el lugar donde se
guardaba lo que estaba “mandado dar a los levitas, a los cantores y a los
porteros, y la ofrenda de los sacerdotes”. Nehemías se dolió por esto y echó a Tobías
de la cámara con todas sus cosas (vs. 4-11).
Las cosas comenzaron a corregirse y trajeron el diezmo del grano, del
vino y del aceite y se pusieron mayordomos fieles. Pero aún había cosas que estaban
mal como la violación del día de reposo, lo que de inmediato corrigió Nehemías reprendiéndolos
y advirtiendo a los mercaderes (vs. 12-21).
También estaba el problema de los matrimonios mixtos, que habían llegado
al grado de que los hijos hablaban la
lengua extranjera. Nehemías fue duro contra los que lo habían hecho (vs. 23-28).
El sacerdocio se había contaminado pero
Nehemías lo limpio (vs. 29,30). Por todas esas medidas, decía: “Acuérdate de
mí, Dios mío, para bien” (v. 31).
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