Noviembre 29 Lectura: 2 Corintios 5:11-7:1
Templos del Dios viviente
Ser algo, a Dios le ha de ser manifiesto, sin recomendaciones, sin
apariencias, en el corazón; y si el amor de Cristo es lo que nos constriñe,
consideremos su muerte y nuestra muerte, de modo que entendamos que ya no nos
pertenecemos a nosotros, sino a aquel que dio su vida por nosotros en la cruz,
que fue sepultado y que resucitó (5:11-15).
Debe ser interesante conocer a muchas personas, pero no hay que
hacerlo según la carne, pues ya ni a Cristo le conocemos así. Acerca de esto
podemos dar cuatro razones: (1) Estamos en él; (2) Ya no somos los mismos pues
somos nuevas criaturas; (3) Nuestras prácticas y costumbres de antaño ya no las
seguimos; (4) Ahora tenemos otro estilo
de vida (5:16,17). Así funcionó la reconciliación de Dios para con nosotros, y
además, ahora somos nosotros los que tenemos el encargo de “la palabra de la
reconciliación”, porque somos embajadores en nombre de Cristo. Por eso,
estimado lector, que está en enemistad con Dios, atienda el mensaje:
Reconcíliese con Dios; mire que hubo alguien que nunca conoció pecado, pero fue
hecho pecado por nosotros. Jesucristo fue esta persona, si usted cree en él, su
pecado será perdonado (5:18-21). Hágalo ya, es tiempo, es el día. No reciba en
vano la gracia de Dios (6:1,2). Nadie ni nada debe ser tropiezo a su decisión.
Ser templo del Dios viviente implica no unirse en yugo desigual. Se
dan estas razones (6: 14-18: (a) No puede, el que ha sido hecho justicia de
Dios en Cristo, tener compañerismo con quien no lo es; (b) No pueden, quienes
son llamados la luz del mundo, tener comunión con las tinieblas; (c) Cristo no
tiene acuerdo alguno con Belial, que significa lo inútil o lo inicuo; (d) El
creyente no tiene parte alguna con el incrédulo; (e) No hay acuerdo entre el
templo de Dios y los ídolos. Para los amados que somos templo del Espíritu hay
promesas, por eso se nos exhorta a que nos limpiemos “de toda contaminación de
carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (7:1).
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