Noviembre 9 Lectura: 1 Corintios 2:1-16
Sabiduría
El testimonio de Dios (v. 1) no se expone nunca como una filosofía, ni
tampoco como el producto que el más exitoso vendedor quisiera colocar en el
mercado. En su frase: “me propuse” el apóstol pone el énfasis en Jesucristo y
este crucificado (v. 2). ¿Lo hace usted igual?
La condición de cómo se encontraba el apóstol entre los corintios nos
habla de lo grande de su sentido de debilidad y temor, y su profunda falta de confianza en sí mismo, de tal modo
que se estremecía y temblaba (v. 3). Rechaza apoyarse en su habilidad como
predicador, las “palabras persuasivas de humana sabiduría”, porque lo hacía: “con
demostración del Espíritu y de poder” (v. 3). El propósito de esto es encomiable
y muy necesario: que la fe no esté fundada en la sabiduría humana, sino en el
poder de Dios (v. 5).
En estos dos primeros capítulos tenemos veintiún veces la palabra sabiduría
y derivados. Sabiduría humana: (a) La predicación no es una filosofía (v. 1); (b)
Es notorio el contraste, al igual que los resultados (v. 4); (c) No es
fundamento de la fe (v. 5); (d) No es el sustento de lo que enseña el que
predica (v. 13). Sabiduría de Dios: (a) Es la que hablan los que han alcanzado
madurez, que no es filosofía mundana. Esta sabiduría no la conocieron los que
crucificaron al Señor de gloria (vs. 6, 8); (b) Vino en misterio; un “secreto
sagrado” que solo puede ser conocido por revelación. La sabiduría oculta que se
revela por el Evangelio de Jesucristo (v. 7).
Demos gracias a Dios de que nosotros tenemos la mente de Cristo (v.
16).
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