Noviembre 25 Lectura: 2 Corintios 1:1-11
Padre de consolación
Comenzamos las meditaciones de la Segunda Carta del Apóstol Pablo a
los Corintios, como siempre, que haya bendición.
En su salutación el apóstol Pablo y Timoteo dirigen la carta “a la
iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos”. Como en la mayoría
de sus cartas desea gracia y paz de Dios
Padre y del Señor Jesucristo (vs. 1,2). La iglesia es de Dios, formada por
santos, personas que han sido apartadas por su fe en Jesucristo.
Que sea de gran significado para nosotros la paternidad de nuestro
Dios y recibamos la bendición de sus misericordias y consolación (v. 3).
La consolación de nuestro Padre Dios ha de fluir en la tribulación. Si
él nos consuela, es para que nosotros, con la consolación divina, consolemos a
los atribulados. La consolación divina tiene nombre: Cristo (vs. 4, 5).
Este proceso lo lleva el apóstol a que lo experimenten los corintios, es
decir, que la tribulación de Pablo sea consolación y salvación para ellos, así
también la consolación del apóstol. Esto surtirá efecto por las mismas
tribulaciones que padezcan los corintios y el apóstol. Esto es un compañerismo
efectivo (vs. 6, 7).
La tribulación abruma más allá de las fuerzas, aún hasta perder la
esperanza de conservar la vida, pero evita la confianza en sí mismo, para ponerla
en Dios; produce cooperación en oración y acciones de gracias. En estas
situaciones en las se pueden encontrar los hermanos, es imperativo remarcar que
Dios es el que libra (vs. 8-11).
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