Abril 9, Lectura: Romanos
9:1-16
Elección de Dios
Cristo, nuestra conciencia y el Espíritu Santo (v. 1), tres testigos de
que lo que decimos es verdad; deben estar presentes en todas las áreas de
nuestra vida, pero especialmente que lo estén en todo lo que concierne a
nuestra labor en el Señor.
Pablo está profundamente conmovido, hay tristeza y un dolor que no deja su corazón, como una
angina de pecho, que la causa el rechazo de Cristo por parte de los judíos, sus
hermanos (v. 2).
Pablo desea “ser anatema, separado de Cristo, por amor a sus hermanos”
(v. 3). Lo fuerte de estas palabras en el contexto de que el apóstol dice la
verdad, nos lleva a deducir que Pablo no
habla sólo por hablar. En esto se parece a Moisés (Éxodo 32:31,32) y
muestra también el corazón del Señor Jesucristo (Gálatas 3:13).
Esto son los israelitas por quienes el apóstol se preocupaba: “La
adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las
promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino
Cristo” (vs. 4,5). Tantos son sus privilegios, tanta es su rebeldía
La Palabra de Dios no falla y cuando dijo a Abraham: “En Isaac te será
llamada descendencia”, quiso decir que sólo son hijos de Dios, los que son hijos según la promesa (vs. 7,8).
Esto es elección y se ratifica en los hijos de Rebeca, y en lo que Moisés dice
con respecto a la misericordia y compasión de Dios, lo cual él tendrá con quien
él quiera. Esto no significa que Dios
sea injusto (vs. 10-15).
Sana doctrina: “No depende del que quiere ni del que corre, sino de
Dios que tiene misericordia” (v. 16).
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