Febrero 14, Lectura: Salmo 119: 81-96
Caf (vs. 81-88)
Cuando el alma desfallece, sólo la Palabra de Dios nos da esperanza.
Por eso no ha de apagarse nuestra mirada, pues el consuelo llegará. ¿Dónde está
nuestra mirada (Colosenses 3:1,2; Hebreos 12:1)? Un contaminante es el humo, lo
que rápido se disipa. Que no merme nuestra consistencia en lo que está en
nuestra memoria (v. 83).
Si reflexionamos sobre nuestra vida, que esto no nos distraiga de lo
que hacemos por el Señor. Él tiene control en todo lo que estemos viviendo. Al
final del día la verdad de la Palabra será lo único que nos haga sentirnos
bien, a pesar de que estemos abatidos. De ser así, esperemos en la misericordia
de Dios y guardemos su Palabra.
Lamed (vs. 89-96)
El Señor, su Palabra y su fidelidad son eternos. Lo creado, cada uno
de nosotros y toda perfección, tienen final. Por esto entendemos que en el
hombre hay temporalidad, pero, ¿está usted consciente de ello? Por eso habremos
de preguntar: ¿Cómo se percibe al finad de sus días? Si ha creído en Jesucristo
como Salvador y Señor, no hay de qué preocuparse, pero si hemos de ocuparnos en
guardar la Palabra.
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