Febrero 21, Lectura: Salmo 122:1-123:4
Salmo 122
Es bueno considerar lo que Jerusalén significaba para el hebreo;
guardando las debidas proporciones, con la iglesia o con el lugar físico donde
se reúna la iglesia. Por eso, no hay duda que cada creyente debe alegrarse en la
reunión de la iglesia, por eso no debe uno dejar de congregarse (Hebreos
10:25). La iglesia, como casa espiritual, está edificada de piedras vivas, para
ofrecer sacrificios espirituales (1 Pedro 2:5). La iglesia está unida (Efesios
4:1-16). El salmista manda a pedir por la paz de Jerusalén; en la iglesia,
Cristo es nuestra paz (Efesios 2:14). Los hebreos se saludaban diciendo: “La
paz sea contigo” (v. 8). La iglesia primitiva decía: maranata. La iglesia hoy
bien puede unir estas dos maneras para saludarse.
Salmo 123
En este Salmo leemos de los ojos. El salmista los alza al cielo; “a Jehová nuestro Dios” dice, y compara esta
acción con los ojos de los siervos y de la sierva que miran la mano de sus
señores y señora. El propósito es tener su misericordia porque hay maltrato
alrededor (vs. 1-4). Para nosotros la orden es: buscarlas cosas de arriba;
poner allí la mira, no en las de la tierra. Porque hemos resucitado con Cristo
(Colosenses 3:1, 2). Enfoquemos bien.
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