Mayo 3, Lectura: Oseas 9:1-17
Uvas e higos
La advertencia del Señor al pueblo es clara, que no se alegre, porque
a causa de su conducta desvergonzada serán deportados y se acabarán sus
festividades y sus días solemnes. Huirán a Egipto y será esto semejante a
cuando la ortiga conquista la plata y
los espinos entran a morar a sus habitaciones. El hombre es capaz de gozarse
aun teniendo una vida apartada de Dios. No ve su condición de pecado como algo
en lo que habría que alarmarse. Esto no va a ser para siempre.
La maldad y odio del pueblo han hecho necio al profeta que pone
trampas en los caminos y odio en el templo. Que bajo cayeron a causa de la
corrupción. Los siervos de Dios trabajando en contra de él, ¡cuidado!
Lo apetecible que vio en ellos Dios (los vio como uvas e higos) se
convirtió en abominación, y la nación se iría diezmando como su gloria que
volaría cual ave para ya no empollar sus huevecillos. Que ya no le seamos
apetecibles al Señor es algo en lo que hemos de reflexionar. Seriamos como los
tibios de Laodicea a quienes el Señor vomitará de su boca.
Será en vano que sus hijos crezcan porque serán exterminados, no
estando el Señor con ellos.
Una voz de justicia se deja escuchar para pedirle a Dios que les quite
la capacidad de dar vida. También Dios manifiesta que les tiene aversión, que los echará de su casa
y que no los amará más. Efraín es como un árbol seco y como una mujer que nunca
verá a sus hijos. Los creyentes debemos estar firmes en Cristo pero, ¡cuidado!,
no sea que nos deslicemos.
La consecuencia de esto es que Dios los desechará. La razón es porque no
lo oyeron. No seamos como ellos.
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