martes, 5 de mayo de 2020

Más que la miel


Mayo 5, Lectura: Oseas 11:1-12
“Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo”. Esta profecía se cumplió cuando muerto Herodes, regresaron de Egipto, José, María y el niño Jesús, quienes habían tenido que huir allí por la matanza de niños que Herodes había decretado.
Hablando del pueblo de Israel, el propósito de estas palabras era recordarles su libertad de Egipto, que fue por amor, sin embargo, tal amor era incomprendido, pues ellos se alejaban cada vez más y más del Señor. También nuestra libertad del pecado fue por amor.
Israel fue tratado como un niño al que con amor Dios le enseñó a dar sus primeros pasos, cuidándole, pero no reconoció que le cuidaba. Usó a sus siervos, cuerdas humanas y su amor para atraerles; les aligeró el yugo y los alimentó. Pero ahora sería presa de los asirios porque no se quisieron convertir. Fueron rebeldes contra Dios, a quien llamaban Altísimo, pero ninguno lo enaltecía. Apreciemos lo que el Señor ha provisto para ayudarnos a crecer y para que no nos apartemos. Que nuestros hechos respalden nuestros dichos.
Sin embargo, por su corazón compasivo, Dios se rehúsa a abandonarlo, no lo quiere entregar y no quiere ejecutar su ira. Dios hace esto, decide esto porque dice: “Dios soy, y no hombre, el Santo en medio de ti…”. Un día el Hijo de Dios fue abandonado y la ira de Dios cayó sobre él. ¿El lugar?: la cruz del Calvario. ¿La razón?: Tú y yo, para que no nos perdiéramos y tuviéramos salvación y vida eterna.
En el futuro Dios ve a la nación caminando en pos de él, pues los traerá de diferentes puntos de la tierra. Entre tanto Efraín miente y engaña, pero Judá gobierna con Dios y se mantiene fiel. ¿Cómo es nuestro presente con aquel que dio su vida por nosotros en la cruz?

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