Mayo 11, Lectura: Amós 2: 6-16
“No revocaré su castigo” III
Terminamos las sentencias con Israel, ¿qué hizo? Se pronuncian una
serie de acciones malas que tienen que ver con
injusticia, a pesar de que Dios les había librado de lo mismo,
sacándolos de Egipto y destruyendo a las naciones que habitaban la tierra que había
prometido que les daría. Muchas veces somos igual a ellos, nos molesta que nos
traten injustamente, pero cuando nosotros lo hacemos, creemos estar bien, y nos
sentimos bien. Esto dice la Biblia: “El que hace justicia (rectitud) es justo,
como él es justo” (1 Juan 3:7).
¿Qué es vender por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos
(v. 6)? En principio es poner por encima de los valores de la justicia y la
compasión el materialismo y la vana comodidad que esta trae. Un mal de nuestros
tiempos, en muchos de los gobiernos de la tierra, ¿y de nosotros?
¿Qué es pisotear en el polvo las cabezas de los desvalidos, y torcer
el camino de los humildes (v. 7)? Es reducir al hombre a nada, quitándoles su
dignidad y, peor aún, busca tergiversar sus pensamientos e ideales. Cristo no
hace esto, ni aún con el peor de los pecadores, él tiene mejores ideales para
todos los hombres (Mateo 11:28,29). Una acción más de la que se acusa a Israel
es abominación (v. 7).
¿Qué es acostarse junto a cualquier altar sobre las ropas empeñadas y
beber el vino de las multitudes en las casas de sus dioses? Es despojar al
pobre de sus pertenencias solapados por la religión, la que al no prohibir la
embriaguez, sino que la patrocina, tolera verlos borrachos postrándose ante sus
dioses, que son algo más que ídolos (1 Corintios 10:19,20).
¿Qué es dar de beber vino a los nazareos y mandar a los profetas a que
no profeticen? Es poner tropiezo a los que han decidido dedicar su vida a Dios,
llevándolos a gozos de los que voluntariamente quisieron abstenerse. La
cuestión de los profetas va más allá de no conocer la Palabra de Dios,
comprende el rechazo a la verdad del Evangelio.
¡Qué incómodo es estar apretado; es estar maniatado! Dios dice a
Israel que les hará esto, que los maniatará, como se aprieta el carro lleno de
gavillas. ¿De qué podrán servir las armas, la habilidad, la fuerza, la valentía
o la confianza en uno mismo? Ni el valiente librará su vida, al contrario, será
avergonzado. Si tan sólo fuéramos “capaces de comprender…la anchura, la
longitud, la profundidad y la altura” del amor de Cristo (Efesios 3:18, 19),
seríamos felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario