Dos discípulos son los que fueron,
Y cumplieron con la orden,
Traen al manso pollino,
Que el Maestro montaría.
Pusieron sobre él sus mantos,
Y así aquella profecía, el Señor la cumpliría.
Al adentrarse en las calles,
De Jerusalén la hermosa,
La multitud numerosa,
Sus mantos tendía al paso,
Y gritaba jubilosa,
Mostrando gran alborozo.
Sus gritos se transformaron,
Algunos días más tarde,
Y en lugar de los hosannas,
¡Crucifícale!, gritaron.
Más si hubo perfecta alabanza,
La que unos muchachos cantaron.
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