Enero 15,
Lectura: Mateo 14:1-36
Jesucristo, su mensajero
Por un juramento infame del
perverso Herodes y la petición de una
infame mujer que buscaba acallar su
conciencia, a Juan el Bautista lo matan.
Así terminaba la vida del que siendo el más pequeño de los profetas,
había tenido el privilegio que no habían tenido los más grandes. Leamos como
epitafio en su sepulcro, una de sus frases más grandes: “Es necesario que él
crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30). ¡Misión cumplida!
El Señor Jesús debía continuar
con su misión. Frente a él, la gente estaba en necesidad, sus discípulos
batallaban con su fe y el diablo tenía
muchos oprimidos con enfermedades. Aún faltaba mucho por hacer.
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